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En mi casa somos una familia grande. Después de corroborar que de verdad todos somos hermanos, lo siguiente que preguntan es cómo se logra el día a día. El transporte, que cuántas duchas tenemos, el encontrar campo para tanta gente, si peleamos mucho, entre otros.
Una situación muy particular son las comidas. Específicamente la cantidad. Lo que sobra en un hogar promedio se va en una sentada de nuestra mesa. Aquí se cocina para un batallón.
Lógicamente cuando se tiene un platillo apetecido, este se va a ir volando. Hay otras ofertas que no son tan queridas por el público y tienen un espacio seguro en la refrigeradora por al menos una noche. A veces no se logra vender el producto y este va a quedarse en un tupper esperando su comprador.
Con el fin de evitar el desperdicio, mi mamá creo cenas llamadas “gastar lo que haya”. Así, se sacan de nuevo al mercado estas opciones que no han tenido tanto éxito en seducir a los comensales. Se mantiene el flujo en la cocina, se cumplen los requerimientos nutricionales y se recuerda que hay que ser agradecidos con el tener comida, y más aún, opciones.
Sin embargo, para nadie es un secreto que no es igual de atractivo un “gastar lo que haya” a una noche de pizza. Más aún cuando este tipo de cena aparece varias veces en la misma semana. Mucha admiración a la gente que repite su comida todos los días, pero a veces la diversidad en la cocina es justa y necesaria.
Es por esto que me sorprendió un día llegar a la pizarra y encontrar una nueva opción: Día de recalentado.
Si se viera por primera vez, se piensa en el almuerzo después de navidad. Los manjares previamente disfrutados servidos nuevamente gracias a la magia del microondas. Para mí, son las mismas lentejas en el fondo de la refrigeradora que nadie se ha querido comer.
Así es, mi mamá había logrado exitosamente un rebranding.
Fue, sencillamente, ponerle un nombre nuevo a algo conocido por todos con la esperanza de conseguir una respuesta positiva. Es buscar una nueva percepción a base de ideas nuevas y buen marketing. Tratar de apelar a la nostalgia y el cambio para vender así una idea novedosa y fresca.
Mientras admiraba la jugada, no pude evitar pensar en otro rebranding que estaba a punto de hacer su primera prueba de mercado, los Washington Commanders.
Con su debida distancia, ambos casos tienen como objetivo principal el iniciar una nueva era. Es atraer al público a una nueva marca, un nuevo aire, un producto rentable. Ahora bien, ¿se logrará el mismo efecto? ¿Puede Washington de verdad iniciar con el pie derecho esta nueva etapa? ¿Debería mi mamá mandar el curriculum?
“The Culture is Actually Damn Good“
Nos remontamos al año 2019. El equipo de los Washington Redskins empezaba la temporada 0-5. Ante esto, se decidió el despido del entrenador Jay Gruden, con un récord de 35 victorias, 49 derrotas y un empate durante las cinco temporadas al mando del equipo. En este periodo que llegaba a su fin, el equipo tuvo dos temporadas ganadoras y un viaje a la postemporada de la NFL.
Lo crean o no, había sido el tiempo de mayor estabilidad en el equipo desde que Daniel Snyder lo compró en el año 1999. Desde su llegada a Washington, ocho entrenadores habían intentado devolverle la gloria a un equipo de los Redskins muy alejado de aquella versión legendaria del entrenador Joe Gibbs, ganador de tres Super Bowls.
Con tan solo dos victorias en postemporada y una conocida inconsistencia año tras año, era claro que un entrenador interino no iba a traer la solución a lo que ya eran años de fracasos. A todas luces se veía que el equipo iba destinado a reconstrucción y tanking; otra temporada más lejos del éxito.
¿Cómo respondió ante los obvios cuestionamientos Bruce Allen, presidente del equipo? Veamos el video:
Más sencillo: como diría Bad Bunny, estamos bien.
Estas declaraciones generaron el efecto esperado en la fanaticada. Esperado para cualquiera con dos dedos de frente, tal vez no para los administrativos del equipo. Salir a decir que la situación estaba bajo control en una conferencia de prensa posterior al despido del entrenador era un completo desconocimiento del día a día en el equipo o una mentira descarada.
Fuera lo que fuera, no es lo que se esperaría de un miembro del equipo, más allá de la diplomacia. Menos sabiendo que Allen era un consentido del dueño, y que esta declaración podría ser una extensión del pensamiento de Snyder. Parecía ser una señal de que no habría cambios más allá del nuevo entrenador.
No era la primera vez que Allen generaba un disgusto en los fans. La lógica dicta que si los jugadores no hacen un buen trabajo, el entrenador debe rendir cuentas. Así también, si los entrenadores no logran encontrar la fórmula, la culpa recae en el gerente general. Bruce Allen era el gerente general de facto desde su llegada, y los resultados no habían acompañado a su mandato. Su estrecha relación con el dueño es lo que generaba más desaliento ya que si no había cambiado en 10 años, no parecería cambiar nunca.
Sin embargo, desde ese momento se hizo sentir la petición. El #FireBruceAllen se veía a lo largo y ancho de todo el internet. Los fanáticos no iban a permitir más de lo mismo.
Los resultados fueron los esperados, apenas tres victorias en la temporada. Bruce Allen sería despedido, marcando el fin de una era cargada de pesimismo. Aunque no lo pareciera, esta declaración fue el principio del fin.
Happy Thanksgiving y un Nuevo Nombre
La búsqueda de un nuevo entrenador era primordial para el equipo. No existía mayor oferta en el mercado y se tiene que resaltar el hecho de que Washington no prometía ser el mejor de los destinos para un próximo trabajo. A pesar del despido de Bruce Allen, se decía mucho acerca del ambiente laboral tóxico, el dueño Snyder y la falta de talento real en el equipo.
Este era un movimiento que no se podían dar el lujo de fallar. De la mano del futuro entrenador, se iba a trazar el nuevo camino que la franquicia iba a tomar.
Había quizás un nombre con la capacidad y la experiencia de lograrlo: Ron Rivera. El dos veces entrenador del año había sido despedido de los Carolina Panthers en lo que fue denominado “un cambio en la cultura”. Su estilo de disciplina era justo lo que necesitaba un equipo tan lleno de malas noticias.
Para un entrenador agresivo como lo es Riverboat Ron, se necesitaba adoptar esa misma actitud y traerlo cuanto antes a Washington, a como diera lugar. Una vez finalizada la catastrófica temporada, el equipo le dio una gran noticia con aires de cambio:
No se había iniciado la temporada baja y ya se había dado un golpe sobre la mesa. Era un paso en la dirección correcta, una muestra de que se tenía la disposición de cambiar, de hacer una cultura ganadora en el equipo. Era el inicio de una nueva era.
Es claro que el cambio no se da de la noche a la mañana, y que este puede ser confuso. Que lo diga el propio Dan Snyder:
Nadie entendió a qué se refería, pero si era una señal para estos nuevos tiempos, muy feliz día de Acción de Gracias.
El cambio sin embargo estaba empezando. Esta vez, sería aún más grande.
En julio de 2022, a consecuencia de las protestas a nivel nacional en los Estados Unidos, se realizó una unión en los patrocinadores del equipo para presionar a Dan Snyder de cambiar el nombre de la franquicia de la NFL. Este había sido firme en años anteriores de que nunca iba a cambiar el nombre. La diferencia esta vez era que no era la misma polémica de siempre, ahora se iban a ver comprometidas las finanzas del equipo de no acceder a la petición.
Como dice el refrán, “por la plata baila el mono”. Esta vez no tuvo más remedio que iniciar el proceso.
Se daban por finalizados casi 90 años utilizando este nombre.
Bajo la solución temporal de llamarse Washington Football Team, se abría la puerta no solo a la nueva imagen de la franquicia, sino también a la posibilidad de un cambio institucional, un cambio de cultura.
The Washington Commanders
Washington pasaría dos años antes de establecer su nuevo nombre. En la temporada 2020 se vivió la incertidumbre del coronavirus y el padecimiento de cáncer por parte de Ron Rivera. Además, se dejó en libertad al mariscal de campo Dwayne Haskins, elegido en la primera ronda del draft la temporada pasada y quizás la última muestra del régimen pasado. Este movimiento dejaba en claro que había una nueva administración.
Contra todo pronóstico, el equipo logró el primer lugar de la división este en la Conferencia Nacional. Con tan solo siete victorias, Washington volvía a la postemporada por primera vez en cinco años. No era un mal inicio para estos nuevos tiempos. Perderían contra el eventual campeón Tom Brady, dejando más que buenas sensaciones tanto en general como el inesperado héroe, el quarterback Taylor Heinicke.
Como dato curioso, solo cuatro equipos han logrado clasificar a playoffs con récord perdedor. Ron Rivera ha entrenado a dos de esos cuatro.
La temporada 2021 vería sin embargo un retroceso en el equipo y su crecimiento esperado. Plagados por lesiones y una defensiva completamente alejada de la dominación del año pasado, Washington terminó con siete victorias fuera de la postemporada. Empezaron a surgir las dudas acerca del verdadero potencial del equipo y la incertidumbre volvía a asomarse.
Ante la falta de identidad en el campo de juego, era necesario reorganizarse bajo una bandera común, o en este caso, un nombre. El 2 de febrero del año 2022, la espera finalmente se daba por concluida. Se revelaba que el nuevo nombre sería el de los Washington Commanders:
Gracias al trabajo de Rivera y del nuevo presidente Jason Wright, lo hecho en las dos temporadas previas concluía con lo que sería la nueva identidad del equipo. A través de distintas técnicas de mercadeo, se trató de mantener al tanto a la fanaticada con todo este proceso, finalizando con la presentación de los tres uniformes para este año.
De esta manera, todo se encamina por fin a una nueva era con los llamados Washington Commanders. Es el momento de dejar atrás todo lo que ha dado mala prensa al equipo, así como rescatar la buena memoria y enrumbarse así a la gloria. ¿Es esto posible?
Encontrar la Base para el Futuro
Se dice que el buen funcionamiento de una franquicia en la NFL se debe al alineamiento de cuatro figuras: dueño, gerente general, entrenador y mariscal de campo. Desde el cambio de régimen, se le ha permitido a Ron Rivera trabajar con la gente propia e imponer su estilo en los Washington Commanders. A su llegada fungió como gerente, pero ahora se encuentra la dupla de Martin Mayhew y Marty Hurney, ambos viejos conocidos de Rivera y alineados con su filosofía.
Así, dos de las cuatro piezas se encuentran en la misma página. Con la libertad que ha permitido Dan Snyder, se podría que también trabaja en la misma dirección. Faltaba nada más la que quizás es la más importante de las cuatro: el quarterback.
Ganar tres Super Bowls con tres mariscales distintos pudo verse como un logro histórico en la era de Joe Gibbs. Ahora más bien se observa como un presagio de lo que ha sido la mayor dificultad para Washington. Desde la compra del equipo por parte de Snyder, 25 quarterbacks han iniciado al menos un juego para la franquicia.
La imagen habla por sí sola y ahí faltan nombres.
Entre fracasos y lesiones, la posición esencial en el campo de juego ha estado lejos de la estabilidad que puede llevar lejos a un equipo. Desde la estrella fugaz de Robert Griffin III, el drama contractual de Kirk Cousins, la terrible lesión de Alex Smith, la inmadurez de Dwayne Haskins hasta la grata pero insuficiente sorpresa de Taylor Heinicke.
Todos los anteriormente mencionados fueron considerados en su momento lo más cercano a un jugador franquicia para Washington. Sin embargo, la posición continuaba vacante. Si se quería un verdadero cambio, se debía invertir en alguien con la capacidad verdadera de ser un mariscal para rato. Con un draft algo escaso en talento de primera línea, el elegido fue algo sorpresivo: Carson Wentz.
Hace algunos años habría sido una broma de mal gusto creer que el quarterback candidato al Jugador Más Valioso con los Philadelphia Eagles iba a terminar en la acera del frente. Sin embargo, todos conocemos su historia. Una dura lesión de rodilla, competencia por el puesto y falta de confianza lo terminaron llevando a Indiananapolis. Todo parecía funcionar con los Colts, pero luego de fracasar en el objetivo de playoffs fue descartado por el dueño.
Es una situación ganar-ganar para ambos lados. Wentz recibe la confianza una vez más de ser el líder en una franquicia. Los Washington Commanders, por su lado, consiguen a un mariscal con la capacidad de ser más que un game manager. Con el trabajo correcto, puede llevar al otro nivel a una ofensiva que tiene con qué trabajar, además de contar con una defensiva de altísimo nivel.
Una vez que se aseguró la posición más importante del emparrillado, se le debe rodear de armas. El equipo hizo lo propio seleccionando en primera ronda a Jahan Dotson, un receptor de Penn State que ha demostrado ser más que interesante y con mucho potencial en los entrenamientos.
Pero este no era el objetivo principal de la temporada baja en el WR room.
El equipo encontró oro en la tercera ronda del draft en el 2019. Terry McLaurin trajo a los Washington Commanders lo que hace ratos no se tenía, una verdadera arma en ofensiva. Superó por completo las expectativas que se tenían de él y puede estar considerado en el top 10 de la liga en cuanto a alas abiertas.
Sin embargo, hay algo que siempre se ha complicado y es la agencia libre. Los malos resultados y la imagen del equipo lo volvían un destino poco deseado para los free agents, además de que se daba la fuga de talento a equipo con mayores posibilidades de éxito.
En un mercado de receptores disparado hasta las nubes por los trades de Tyreek Hill y Davante Adams, Washington hizo lo propio con su estrella. Tres años y $68,3 millones son el reconocimiento de su talento, con la seguridad de que demostrará su talento y liderazgo en la cancha.
Y como si no fuera ya tan positiva la temporada baja, se dio algo totalmente inesperado.
El jugador JD McKissic demostró ser un baluarte en la ofensiva saliendo del backfield con sus manos seguras y olfato. Se encontraba en la agencia libre y todo apuntaba a que saldría del equipo. Durísima pérdida. Su destino, los Buffalo Bills, considerados los favoritos para alzar el trofeo Vince Lombardi.
De pronto, la sorpresa.
Un jugador realmente estaba volviendo a los Washington Commanders a pesar de tener una oferta deportiva más atractiva. Volvía sin necesidad de sobrepagarlo. ¿Volvía porque creía en el equipo? ¿Era esto una muestra real del cambio de cultura?
Solucionar los Problemas del Pasado
Aunque todo pareciera ir en la dirección correcta, todavía existen ciertas situaciones que no permiten al equipo renovarse. La más importante tiene nombre y apellido: Daniel Snyder.
Anteriormente hablamos de las cuatro figuras sobre las cuales se basa el éxito de una franquicia. Tres de estas han sido renovadas y trabajarán juntas en esta nueva etapa. Snyder por otro lado, es la representación de todo lo que el equipo quisiera dejar atrás. Paradójico considerando que es el único inamovible.
Considerado en la liga como el peor dueño de todos, desde su llegada la polémica ha sido invitada usual para la franquicia de los Washington Commanders. Se le tacha de entrometido y mandón en un deporte en el cual a base de trabajo en equipo se consiguen los resultados. Esto en su faceta deportiva, ni hablar de su vida personal o en manejo de la franquicia.
El despido de Bruce Allen daba a entender que con este nuevo aire saldría adelante el equipo. Poco se conocía que más bien se estaban ahogando en una cultura tóxica liderada no por el despedido, sino por su jefe. Allen era nada más un síntoma del verdadero problema.
Posterior al retiro del nombre, salieron a la luz una serie de acusaciones contra tanto Snyder como su equipo administrativo en materia de acoso y discriminación. Casos que incluso se remontaban a los inicios de su manejo. Era la confirmación de un secreto a voces a lo largo de la liga y que confirmaban el pésimo ambiente que se vivía en la franquicia.
Se siguió el debido proceso y se encontró culpable un año después a Snyder. La NFL procedió a una sanción de nada menos que diez millones (un menudo para alguien de semejante billetera) y el dueño decidió por voluntad propia ceder el control administrativo del equipo.
Tristemente, no sería el primer escándalo.
En octubre del año 2021 se anunció sorpresivamente el retiro del número 21, portado por Sean Taylor. El safety había sido trágicamente asesinado en el año 2007 y su legado es muy cercano al corazón de los aficionados. Era la oportunidad perfecta para atraer a los fans y conmemorar a una estrella.
La ejecución sin embargo, fue todo lo contrario. Su anuncio sorpresivo quedó manchado por la sospecha de ser un mecanismo de distracción ante la nueva polémica. Alrededor de la NFL se habían revelado los infames correos de Jon Gruden. Uno de sus principales compinches: el entonces miembro de los ahora Washington Commanders, Bruce Allen. Además, se estaba investigando a uno de los entrenadores por tráfico de drogas.
Todo lo que pudo salir bien no se dio y lo que podía salir mal abundó. Fue un desperdicio de oportunidad y una ofensa al legado de un jugador tan importante tanto para el equipo como para la fanaticada. Una burla hacia todos los involucrados, otra infamia ocurrida en el estadio.
Y ni hablar del estadio. En su momento era uno de los de mayor capacidad en la NFL. Hoy en día cuesta ver las graderías llenas y este se encuentra en pésimas condiciones. Está bien que se esté buscando activamente uno nuevo, pero esto no da derecho a abandonar el actual, es un irrespeto para unos aficionados de los Washington Commanders que ya tienen mucho sufrimiento.
Todos recordamos los aficionados que le cayeron encima a Jalen Hurts, o la empapada que se llevaron unos pobres desafortunados:
En vez de llover anotaciones, aguas negras.
Por si fuera poco, ahora se sospecha que Daniel Snyder llevó un libro de actas paralelo al que le reportaba a la liga sobre las ganancias del equipo. No deja de sorprender la capacidad que tiene el dueño de meterse en problemas, aunque esta pareciera ser la gota que derramaría el vaso. Con la plata de la NFL nadie se mete. ¿Será este otro principio del fin para el dueño de los Washington Commanders?
¿Para Dónde Van los Washington Commanders?
No hay duda que los Washington Commanders se ha enfocado en corregir lo más que ha podido en el ámbito deportivo. El equipo se encuentra en una de las mejores posiciones de los últimos años para ser exitoso. En ambas facetas del juego tiene talento y necesita la capacidad para traducirlo en victorias.
Sin embargo, es claro que todavía se encuentran varios esqueletos dentro del armario. Tanto en el ámbito administrativo como en el de institución se tienen falencias graves y manejos inadecuados. Todos apuntan al dueño y sus derivados, dejando la duda de si le sería posible al equipo cambiar su cultura sin cambiar antes de jefe.
Sea como sea, es claro que el primer paso real para una nueva era debe ser el conseguir victorias de manera consistente. Hace ya diez años que no se consiguen diez victorias en una temporada. La única manera de confirmar un éxito de franquicia es verlo plasmado en el terreno de juego.
Además, estos ganes atraerán nuevamente a una fanaticada que se ha visto abandonada. Washington era en su momento uno de los equipos más queridos en la liga. Hoy se encuentra en el fondo de las estadísticas de apoyo y asistencia:
A pesar de existir equipos con menor éxito en los últimos años, es en Washington donde más campos vacíos se ven en las gradas. Una cultura se forja con la unión entre el equipo, sus jugadores y sus fans. El camino se inicia con un reencuentro con tanto la victoria como el tener con quién celebrarla.
Este año se celebran 90 años de existencia. La ocasión no podría ser más favorable para demostrar un paso en la dirección correcta. Los recuerdos y las nuevas experiencias pueden ser la clave para dar ese impulso en el equipo, en la creación de una nueva cultura, una nueva cara para la franquicia.
El cambio se dio. La responsabilidad de Washington es ahora lograr que en las gradas vuelva a sonar el canto de los fanáticos, una muestra de que son nuevos tiempos y de que sí es posible decir con orgullo Fight for Old D.C.
Los Últimos Patriotas y el Fin de una Época
Siempre hay chance para ver la mejenga. Nada como comentar con los amigos lo que está pasando en el partido. Todos los días se aprende algo nuevo. Cervezas y hamburguesas for the win. Medicina UCR.