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Tengo algo que quiero decirles. Pero para llegar ahí… necesito que me acompañen en un viaje corto.
Por allá del 2009 recibí el mensaje de una querida prima, que me escribió diciendo “vea este anuncio, parece que necesitan a alguien como usted”.
Era una oferta de trabajo que buscaba a alguien que escribiera bien y conociera de fútbol americano. Lo primero lo podía hacer; de lo segundo… no estaba tan seguro.
Igual envié la hoja de vida, me llamaron a entrevista, luego vino la oferta, y, en menos tiempo del que esperaba, ya estaba redactando artículos en inglés sobre un deporte que me encantaba.
Es imposible no mirar hacia atrás con una buena dosis de nostalgia. En ese entonces, lo único que necesitaba era ponerme los audífonos, un hoodie, y soltar miles de palabras sobre quarterbacks, líneas ofensivas, entrenadores en la silla caliente y mucho más.
Porque la vida a veces trae trayectorias que uno no puede anticipar, al mismo tiempo tenía un blog personal al que dedicaba mi tiempo a escribir sobre la selección de Costa Rica.
Unos años antes, había cubierto con detalle las eliminatorias rumbo a Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, regalando mi trabajo a cambio de experiencia y algún roce de sabiduría de los que más saben.
Para el 2011, a Costa Rica llegó la campeona del mundo España con todas sus estrellas. Esa tarde, la Selección que años después haría historia en Brasil 2014 puso de rodillas a una generación española que, sin duda, puede considerarse una de las mejores de todos los tiempos.
Un 2-0 en la primera parte no le hacía justicia a la repasada que le dio la Sele a los españoles esa tarde en La Sabana.
Y fue tanto así, que al medio tiempo bajé a preguntarle a un par de periodistas de España: “¿Qué carajo estaba pasando?”
Ellos, después de 15 minutos de charla constante, llegaron a la conclusión de que Costa Rica era mucho más rápido.
Miles de palabras después, escribí mi primera columna. No solo conté lo que pasó en el juego, también relaté esa charla de medio tiempo, sus opiniones, las mías, y dibujé con letras lo que fue una tarde para el recuerdo.
Poco importó que España empataría anotando 2 goles en los últimos 7 minutos del juego para llevarse una igualdad que no haría justicia a la historia.
Con esa columna —que más de una década después, aún recuerdo con algo de orgullo— nacieron los Pensamientos.
Muchos de ustedes llegaron hasta aquí precisamente por esa forma de contar historias. A veces con emoción, otras con ironía, pero siempre buscando la verdad.
Hoy, después de un par de años de no escribir como antes, sigo recibiendo de vez en cuando un mensaje que dice: “Hey Alonzo, Pensamientos sobre tal tema…”.
Y no lo voy a negar: siempre termino con una sonrisa.
Dos años después de aquel partido ante España, me encontré en Gillette Stadium, una noche helada de Sunday Night Football. La vida —caprichosa, impredecible, generosa— me había llevado hasta ahí, a ver en vivo al gran Peyton Manning, en su histórica temporada de 55 touchdowns, enfrentarse a Tom Brady.
En un abrir de cerrar de ojos el partido estaba 24-0 al medio tiempo.
Cuando ni siquiera había tenido tiempo de entender que había pasado, recibí muchos mensajes de amigos burlándose por elegir particularmente ese Brady vs Manning que se había acabado en hora y media.
No necesito recordarles el resto: el regreso furioso de los Patriots, los 31 puntos en la segunda mitad, el fumble poético del ex Patriota Wes Welker en tiempo extra. Una remontada escrita con fuego; un preámbulo del Super Bowl 51.
Salí de ese estadio en un estado de éxtasis total, flotando entre las luces apagadas y el vapor que salía de mi boca en la noche fría. Y sin saberlo… ahí nació NFL Latino.
Mientras viajaba poco más de una hora de regreso a Boston, me hice una pregunta que parecía simple, pero que en el fondo cambiaría mi camino:
“¿Será que alguien en Latinoamérica querrá leer historias de NFL en español?”
Ya lo hacía en inglés. Escribir en español parecía incluso más natural.
Mi problema nunca fue la falta de ideas. Mi mente siempre fue una ametralladora de pensamientos, conceptos y ganas de contar algo.
La verdadera duda era otra: “¿Existía un público allá afuera para todo esto?”
Y así nació NFL Latino, como una página del viejo Facebook, entre marcadores, noticias e historias.
La recepción fue abrumadora. Tan abrumadora, que superar los propios números se convirtió en rutina.
Tuve la suerte de cubrir la final de la AFC en 2013, en Denver, y el Super Bowl 49 en Arizona.
Nunca olvidaré los diez segundos —eternos— que tardé en procesar la intercepción de Malcolm Butler. Ese momento imposible, donde los Patriots arrebataron lo impensable en la última jugada.

Para mí —muy subjetivamente—, sigue siendo el mejor Super Bowl de la historia.
En algún momento, durante el boom de Facebook, llegamos a tener 150 mil seguidores. Éramos una ola en pleno ascenso… hasta que nos hackearon la cuenta.
Y no me dejarán mentir —los OGs lo saben— que durante meses vieron cómo la página de NFL Latino se llenaba de videos de granos explotando en la cara. Sí, bajo nuestra propia marca. Una tragedia dermatológica.
Mientras intentábamos recuperar la dignidad online, yo seguía escribiendo en mi blog personal. Fue ese espacio el que me llevó a Brasil 2014, a perseguir a la Selección en un mes inolvidable, entre cervezas, goles, besos robados y mucha fiesta.
En paralelo, seguía en contacto con algunos periodistas locales que cubrían el fútbol nacional. Y ahí fue donde conocí a Javier Zúñiga —quien sin saberlo, sería uno de los pilares fundamentales de lo que hoy conocen como el podcast de NFL Latino TV.
Javier era periodista de Teletica digital y seguidor de NFL Latino. Después de los partidos en Costa Rica en el estadio nacional compartimos algunas que otras palabras y él frecuentemente me invitaba a su programa digital -muy adelantado a su época- a hablar de deportes. Había buena química.
Rápidamente entendí que no estaba hablando con alguien que se limitaba exclusivamente al fútbol, sino alguien, al igual que yo, que había vibrado con los Bulls de Jordan en los 90s, trasnochado en las madrugadas de colegio para ver el abierto de tenis de Australia y que claramente seguía a la NFL al detalle.
Fue fácil invitarlo a ser parte de NFL Latino. ¿Sabía a dónde íbamos? No. Pero me gustaba la idea de que, fuera donde fuera, Javier estuviera en el trayecto.
No pasó mucho tiempo antes de que Javier lanzara la propuesta: “Deberíamos hacer un programa de televisión de NFL Latino”. Su idea, no la mía.

Él se la sabía todas en el tema audiovisual —especialmente trabajando en Teletica— mientras yo seguía siendo un soldado fiel del blog, la escritura y otros medios que hoy parecen especies en peligro de extinción.
Javier insistía. Y yo… yo arrugaba la cara.
No porque dudara del producto, sino porque no creía tener las cualidades para hacer televisión. Mucho menos para explicarle el football americano a la gente en Costa Rica.
Pero justo ahí, en esa frase, estaba el origen de todo: Explicar el football americano.
Ese fue el verdadero génesis de NFL Latino.
Al final, Javier ganó el pulso. Y, después de tantos años, no puedo más que decir: en buena hora.
Sin él, NFL Latino TV no existiría. Sin él, no habríamos crecido. Tal vez nunca hubiéramos pasado de ser un simple blog con buenas intenciones.
El primer episodio de NFL Latino —con una producción más que decente— salió al aire una semana antes del Super Bowl 50. Ese en el que los Broncos, curiosamente el equipo de Javier, enfrentaban a los Carolina Panthers.
Es casi poético… y a la vez cruel, que en el debut de algo que considero tan mío como un hijo, yo no estuve allí.
Mientras NFL Latino nacía en pantalla, yo estaba en San Francisco, cubriendo ese Super Bowl 50 bajo el brillante sol de la bahía, con un concierto de Coldplay en pleno día —lo cual, seamos honestos, debería considerarse un crimen. No por Coldplay en sí, sino porque ese tipo de conciertos deben vivirse de noche… y bajo su sustancia ilegal favorita.
Allí estaba yo, en la costa oeste, mientras NFL Latino hacía su debut en un canal nuevo, con un proyecto ambicioso que apostó por dos periodistas con una simple y poderosa misión: presentar un deporte desconocido a un país 100% futbolero.
Recuerdo como si fuera ayer cuando uno de los jefes de TD Más nos soltó:
“Les vamos a dar la oportunidad, pero sabemos que en seis meses no van a estar aquí”.
Han pasado nueve años desde esa frase.
Nueve años también del crecimiento de TD Más. Nueve años de confianza mutua. Poco a poco, nos convertimos en uno de sus programas favoritos, de esos a los que siempre podían volver sabiendo que habría contenido nuevo, semana a semana.
Dos años después de haber iniciado la versión televisiva, Javier decidió tomar otro camino.
No fue una noticia fácil de digerir. Yo confiaba mucho en él, no solo como productor, sino como la mente que dirigía el barco.
Hasta entonces, mi papel era claro: contar las historias. Pero de pronto, me tocaba tomar el timón. Y lo cierto es que no me sentía cómodo. Dirigir no era lo mío. Pero si quería que NFL Latino siguiera existiendo, no tenía otra opción.
Ante la abrupta salida de Javier, tuve que improvisar un par de programas. No para brillar, sino para ganar tiempo. Para pensar. Para respirar.
No fue sencillo.
Se sentía como esos equipos que juegan un Thursday Night contra un rival de la otra conferencia: Van medio preparados. Semana corta. Mucho cansancio. Pocas respuestas. Pero igual hay que salir al campo.
Con el pasar de los días —y con las dudas rodeando el futuro de NFL Latino en TD Más— se me ocurrió postear un mensaje en varios foros universitarios. Buscaba estudiantes con ganas de aprender. Gente joven y con hambre.
Si les digo que me respondieron dos, estaría mintiendo. Fue solo uno.
Pero no puedo imaginar una mejor persona para ese momento tan frágil.
Tal vez no todos lo recuerden, pero su huella en el camino de NFL Latino es indeleble. No por una, sino por muchas razones.
Sergio Gomez se sentó frente a mi en la cafetería de Starbucks, disparando ideas por doquier en el primer minuto de conocernos, con su voz gruesa de alto mando, un ligero tartamudeo que revelaba su nerviosismo y a la vez una falta de experiencia notable en su rostro.
Serge, como le llamamos aun con mucho cariño, da una muy mala impresión de entrada, pero no es su culpa.
La buena suerte para él es que yo también la doy aún a mis 40 años, así que, pude ver más allá de esa energía intensa que a veces parecía agresiva. Pude ver en el fondo: un tipo brillante, apasionado, con una urgencia por crear.
Serge no solo llegó con ideas. Llegó con soluciones. Su influencia se ve hasta en el logo actual, los colores, la tipografía… y muchos de los mejores artes que publicamos en redes durante años.
Pero quizás lo más valioso fue que Serge, desde el primer minuto, se casó con la marca. No solo se unió: la adoptó. La hizo suya. Tomó al hijo que era mío… y lo crió como si fuera propio.
Sus estándares siempre fueron altísimos. Y gracias a eso, yo también tuve que subir los míos.
Con Serge al mando de la calidad visual, nada podía salir al aire sin pasar por su lupa. Su obsesión por el detalle se volvió parte del ADN del proyecto. Cualquiera que llegara a NFL Latino, tenía que estar a la altura de lo que él demandaba.
Y todo eso… con apenas 18 años.
Siempre voy a decirlo: hay que tener un Sergio en el equipo.
Con Serge cuidando la estética y la calidad, pero sin experiencia frente a cámaras, necesitaba ahora a alguien que pudiera llenar ese espacio.
No fue una decisión difícil. Tomé el teléfono y llamé a uno de mis mejores amigos.
Solo le pregunté: “¿Te gustaría hablar de NFL en televisión nacional una vez por semana?”
A Joshua Muñoz lo conozco desde el 2003. Coincidimos en la universidad con la misma ilusión: ser periodistas deportivos. Yo tenía 17 años; él, 29.
No había razón lógica para que nos hiciéramos amigos. Pero la vida, en su manera tan irreverente de tejer coincidencias, se encargó del resto: su mamá había sido mi maestra de inglés en el Caribe del país.
Y como Costa Rica es tan pequeña que los secretos no caben, conectamos de inmediato por ese dato tan inusual como inolvidable.

Para cuando Josh llegó a NFL Latino en 2017, ya teníamos 14 años de amistad, muchas cervezas compartidas y muchas discusiones —acaloradas, divertidas, a veces ridículas— sobre la NFL.
Estuve en el asado donde anunció que sería papá. Hoy, su hijo Adrián ya va a la universidad.
La amistad es de tantos años que en 2010, cuando nació mi hijo, Josh me ofreció su casa para hacer la “pañalada”: cervezas, poker, dardos y amigos… a cambio de paquetes de pañales para el recién llegado.
Todo esto lo cuento, para revelar el nivel de confianza que teníamos cuando yo acudí a él para ser parte de NFL Latino.
Recuerdo cuando Josh, un amigo en común de ambos y yo, nos sentamos frente a la barra de un bar a ver partidos y a escuchar a los Von Rossum de México narrar juegos en Fox Sports, solo para posteriormente soñar con tener un programa de TV.
Unos años después lo teníamos, aunque no lo planeamos así desde el principio.
Su primer programa fue trágico. Josh estaba nervioso y se sintió abrumado por el momento.
Pero en el segundo episodio, apareció el verdadero Joshua. Ese con el que he tenido infinitas charlas de NFL a lo largo de los años. El que, como buen fan de los Raiders, nunca perdonará a los Patriots por el Tuck Rule.
Josh llegaba cada miércoles con una preparación envidiable: datos, historia, contexto. Nos obligaba a todos a subir el nivel… o nos dejaba rezagados.
Era particularmente bueno prediciendo quién ganaría semana a semana en la batalla de predicciones.
Con Josh en el equipo, llegó un tercer integrante que haría un grupo de trabajo fantástico. Juan Carlos Ovares, un abogado de profesión que sabía mucho de NFL, quería su oportunidad frente a las cámaras.
Ovares, llegó por un amigo de un amigo. O algo así. La verdad, de pronto era parte del equipo y una parte importante y muy buena.
Tras la salida de Javier y un par de semanas turbulentas, los meses pasaron. Y cuando menos lo esperábamos, teníamos un grupo del que realmente me sentía orgulloso.

Josh traía conocimiento, argumentos sólidos y una capacidad innata para meterle sazón a cada discusión. Ovares, con su personalidad ligera y su amor por las bromas, equilibraba el aire del estudio mientras lanzaba datos y perspectivas como nadie.
Y detrás de todo, sin hacer mucho ruido, estaba Sergio. El más joven del grupo, pero sin saberlo, el que realmente conducía el barco.
Fueron grandes momentos. Una etapa brillante que duró toda la temporada del Super Bowl 52.
Pero, como todo en la vida, los ciclos cambian. Después de esos años, Juan Carlos Ovares dio un paso al costado. Y la mesa —esa que se había vuelto tan estable— quedó sin una pata.
Volví entonces a una fórmula que ya había funcionado antes. Le pregunté a Sergio: “¿Conocés a alguien en la U que sepa de NFL y quiera aprender sobre producción y periodismo?”
La combinación era difícil de encontrar.
En Costa Rica, alguien que entienda la NFL y, además, tenga el temple para hablarle a una cámara… es casi tan imposible como buscarle una reciente victoria de playoff a los Steelers.
Sergio volvió a aquella misma mesa donde nos habíamos reunido años atrás. Esta vez no venía solo.
Lo acompañaba un joven algo más corpulento, con una sonrisa fácil y unos cachetes del mismo tamaño que sus ganas de aprender.
Así conocí a Bruno Milano.
Tan joven como Sergio, pero con una desenvoltura natural, carisma en cámara y una energía que suplantó de inmediato la ausencia de Ovares.

Bruno siempre fue el mejor de nosotros. Dentro de ese envase —no tan pequeño— cargaba con la esencia misma de lo que debía ser NFL Latino.
Conocimiento.
Personalidad.
Sed de aprender.
Y la dosis justa de testarudez como para hacerme enfadar cada tanto….
Su crecimiento fue tan evidente que creamos un proyecto alternativo: Los Rookies.
Ahí, junto a Sergio, conducía su propio podcast, y eventualmente se convirtió en mi compañero en el show principal de NFL Latino, en una dinámica que me recordaba a los primeros días con Javier.
Bruno, Sergio, Josh y yo cargamos juntos con el programa durante las temporadas del Super Bowl 53 y 54.
Hasta que, en marzo del 2020… el mundo se apagó.
Ese fue un punto de quiebre. No solo en NFL Latino, sino en todo el universo de los medios de comunicación. Es parte de la razón por la que estoy contando esta historia.
Obligados a pasar el programa a casa, sin estudio, sin cámaras, sin cabinas… Josh explicó que se le complicaba seguir, especialmente por los temas técnicos. Y fue una gran pérdida. De esas que duelen más por lo que representan, que por lo que se puede medir.
Sergio, Bruno y yo tomamos el timón y seguimos navegando, dispuestos a ir hacia donde las aguas nos quisieran llevar.
El programa evolucionó: pasó de la televisión al formato podcast. Y el podcast, eventualmente, se volvió en vivo. Con él, nació una comunidad leal, fuerte, que aún hoy nos acompaña semana tras semana.

Pero también llegaron los vientos de cambio.
Más competencia.
Más voces.
Más versiones de lo mismo.
Bastaba comprarse un micrófono para entrar en la conversación.
Y así, poco a poco, nuestros números empezaron a bajar. No en caída libre, pero sí en descenso lento y constante… hasta quedarnos con lo más valioso de todo: la comunidad más fiel, esa que aún ronda entre mil y mil quinientas personas en YouTube cada semana. Gente que no falla. Gente que siempre está.
En medio de este nuevo escenario, Sergio —ese obsesivo de la alta calidad— recibió una oportunidad en ESPN.
Y no puedo explicar cuánto orgullo siento por él.
Cada vez que sale algo de Sergio en ESPN Centroamérica quiero pensar que al menos nuestra forma de tomar decisiones en NFL Latino vive también allá.
ESPN tiene mucha suerte en tenerlo.
Bruno se quedó y nos pasamos a hablar de la NFL miércoles y domingo. El ritmo que teníamos en el programa siempre es el que buscas cuando intentas hacer algo de esto, pero los números se estancaron.
Bruno no me deja mentir al preguntarle constantemente que nos hacía falta con respecto a la competencia.
Milano nunca tuvo culpa de eso, sino más bien esa responsabilidad cae en mi.
Yo soy una persona mal encarada, que tiende a hablar mirando por debajo al espectador. Soy consciente de eso y a pesar de que trato de cambiarlo, mi forma de ser viene en el ADN de mi familia. Viene de fábrica. Y eso —me guste o no— también juega un rol en esta historia.
Tras el Super Bowl 57, y luego de varios años siendo parte esencial de NFL Latino, Bruno sintió que necesitaba un respiro. Un cambio.
Y lo entendí.
Milano había tocado techo con nosotros. Su crecimiento pedía a gritos un nuevo reto, un nuevo escenario.
Hoy lo pueden encontrar con su propio podcast diario, Vamos x Partes. Yo lo vacilo, porque —irónicamente— se convirtió en lo que alguna vez juró destruir.
Además de ser ahora un ávido comentarista del fútbol nacional. Curiosamente, en su propio espacio, casi no puede hablar de NFL.
Ironías del destino, aunque la producción es completamente suya, los temas que dominan no vienen con forma de ovoide.
Recordarán que cuando se acercaba el Super Bowl 58 en Las Vegas, les pedí tiempo.
Ese año estuve solo en producción, en comentarios, en todo. Y, curiosamente, algunos de los episodios más escuchados en Spotify y Apple son de esa temporada.
No me molestaba hacer el podcast en solitario. Pero lo cierto es que me sentía fundido. Saturado. Cansado de la NFL.
Y debo confesarlo: las inexplicables victorias de Kansas City tampoco ayudaron a la causa.
Ver a los Chiefs ganar siendo —claramente— el equipo inferior, una y otra vez, le quitaba emoción a una historia que ya no tenía giros nuevos.
Fue en ese momento, con el podcast en pausa, que recibí un mensaje. Venía de un número que ya me había escrito antes. La foto de WhatsApp mostraba a alguien muy joven.
El mensaje decía algo como: “Don Alonzo, le habla tal y tal… me gustaría saber si puedo formar parte de NFL Latino.”
Recordé que la primera vez que hablamos, le había dicho:
“Volvé cuando estés estudiando periodismo.”
Y bueno… aquí estaba.
Se trataba del joven Mauricio Quesada, a quien muchos de ustedes ya conocen.
El problema de Mauricio no era su edad. Sergio y Bruno ya habían roto esa barrera hacía rato. El verdadero problema era el timing. Mauricio llegó muy tarde a la fiesta.
Yo, en ese momento, pasaba por un periodo de depresión personal. Y estaba muy cerca de dejar todo botado. De cerrar el capítulo. De pensar en “la siguiente etapa de mi vida”… sin saber, en realidad, qué significaba eso.
Le hablé con toda la sinceridad que me quedaba. Le dije que el podcast estaba a punto de terminar. Que, lamentablemente para él, ya no habría un programa que hacer. Que quizás había llegado cuando las luces ya se estaban apagando.

Pero le aclaré algo: La decisión final la tomaría en enero. Me estaba dando unos meses, en medio de la temporada, para pensarlo.
En todo ese tiempo… nunca creí que el podcast volvería. Hasta que llegaron los playoffs.
Porque hay algo en la muerte súbita de la NFL —ese drama crudo, semana a semana— que vuelve a despertar las ganas de hablar. De encender la cámara. De contar historias.
Gladiadores modernos, moviéndose como piezas de ajedrez, buscando cumplir un sueño de niños. Una historia que, sin importar el año, siempre valdrá la pena contar.
Mauricio saltó a la oportunidad de aprender. Se metió de lleno en producción, sin miedo, y durante esos meses de playoffs y Super Bowl estuvo detrás de cámaras, absorbiendo todo.
Su conocimiento de NFL era evidente cada vez que compartía una opinión. Pero yo no quería volver a abrir otro micrófono solo para, meses después, tener que cambiar otra voz más. No quería otro ciclo roto.
Luego del Super Bowl 58 en Las Vegas —al que, por fortuna, pude asistir— tomé una decisión.
Decidí cambiar la marca a Narrativa X, ese espacio donde alguna vez vivieron los ahora desaparecidos Pensamientos. Todo con una excusa muy mía: poder hablar de la Euro 2024, uno de mis torneos favoritos.
Nadie nos escuchó durante ese periodo. Pero eso… no importaba.
Porque ese silencio también trajo algo invaluable: la certeza de que Mauricio Quesada es parte de esa rara camada —como Javier Zúñiga, como Bruno Milano— que puede hablar bien de todo. Que puede sostener un micrófono con ideas, carisma y argumentos.
Ese tiempo en las sombras fue, sin saberlo, el laboratorio perfecto para construir la química que explotaríamos en la temporada siguiente, rumbo al Super Bowl 59.
Y fue una gran temporada, porque Mauricio fue el responsable de que el podcast sobreviviera. El responsable de que, por primera vez en mucho tiempo, volviera a sentir alegría de hablar de la NFL. La misma alegría que tenía allá por 2013, cuando todo esto apenas comenzaba.
Pero, amigos… todo tiene un final. Y ese final ha llegado para la versión actual de NFL Latino.
Esta vez no es por agotamiento —como sucedió hace dos años—, sino por algo más profundo: la incapacidad de hacer algo diferente.
NFL Latino nació para explicar el football americano. Esa era su esencia.
Pero con el paso del tiempo, nos fuimos alejando. Hoy hacemos predicciones. Reacciones. Rankings. No porque lo amemos, sino porque el algoritmo de YouTube lo exige. Para competir. Para sobrevivir.
Y así, sin darnos cuenta, nos convertimos en uno más.
Uno más entre los cientos de podcasts que hacen exactamente lo mismo en Latinoamérica.
Ya no éramos distintos. Ya no éramos nosotros.
Cuando le expliqué mi decisión a Mauricio, usé esta analogía:
“Hoy en día, todos los equipos de fútbol juegan con un 4-3-3. Eso es lo que estamos haciendo en NFL Latino. Jugamos igual que todos… pero con los resultados de mi querido AC Milán, allá por el noveno puesto.”
Somos uno más. Uno más entre tantos.
Con un contenido que, siendo brutalmente honestos, podríamos describir como vago, redundante… y sin posibilidad de destacar si seguimos por el mismo camino.
Si se preguntan si el último episodio —aquel donde Mauricio y yo tuvimos una confrontación— fue la razón de esta decisión, debo confesar que sí… en parte. Pero no es toda la historia.
Ese episodio me dejó una claridad incómoda: cuánto detesto ese tipo de contenido.
Ese formato donde dos o más personas se enfrentan en un debate absurdo que, lejos de enriquecer la conversación, la destruye.
Ese día, no fuimos más que una mala copia de Fútbol Picante. No fuimos distintos a Álvaro Morales o David Faitelson. Y esa clase de comunicación — vacía, diseñada para el escándalo— nos ha idiotizado por más de 15 años.
Mauricio y Bruno, particularmente, saben cuánto detesto convertirnos en eso. Porque no es lo que somos. Nunca lo fue.
Quiero ser claro en decir que NFL Latino como tal no desaparecerá. Seguiremos en redes sociales con videos cortos e historias que contar, simplemente el formato de Podcast es el que llega a su fin.
Quiero agradecer a cada uno de ustedes por acompañarnos en estos 9 años de alguna u otra forma.
Quisiera pedirles que no le quiten el seguimiento, especialmente en redes sociales, donde verán otro tipo de contenido, pero entiendo si ese es el deseo.
Me despido agradeciendo que donde quiera que se encuentren, nos hicieron parte de su día.

Cooper DeJean Podría Jugar de Safety en 2025
Enero del 2014, Denver, estadio Mile High. Recién corrieron unos minutos tras la clasificación los Broncos al Super Bowl 48, perdido en el estadio -algo que me pasa a menudo- me encontré en un pasillo aislado frente a frente con una leyenda viviente de la liga. 'Buen juego', le dije sin pensar mucho, 'Gracias' respondió el 18 mientras extendió su mano para saludarme. Una gran anécdota, pero de inmediato entendí que la suerte estaba echada para los Broncos. Acabé con la suerte del gran Peyton Manning.
