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William Ernest Walsh es parte de la Santa Trinidad de entrenadores en jefe del fútbol americano de la NFL.
Bill, para sus amigos, prensa y otros seguidores de la NFL era este neurótico coach que implementó la cultura 49er y llevó a San Francisco a tres victorias de Super Bowl en los años 80. Los seguidores fieles de la liga saben mucho o todo sobre él.
Su filosofía se quedaría con la franquicia hasta ganar dos anillos más, a pesar de que su presencia en las laterales fuese solo un recuerdo.
Walsh era un ávido predicador de la disciplina, el orden institucional, el meticuloso detalle y la innovación. Para muchos un genio en toda la extensión de la palabra.
Pero como muchos genios Bill Walsh tenía sus debilidades. En sus propias palabras, no lidiaba muy bien con la crítica. Su mayor problema era tener que explicarse ante sus detractores; personas que solo estaban frente a un micrófono para resaltar sus errores.
Eso más que genio lo hacía humano. Y como todo humano su éxito se debió a una gran preparación y un grado de suerte.
Ese grado de suerte es de donde sale la historia de esta columna.
Antes de ser entrenador de Stanford y mucho antes de construir el imperio 49er, Walsh formó parte del staff de coacheo de los Cincinnati Bengals por 7 años, bajo la tutela del coach Paul Brown.
Walsh es el padre de la ofensiva de la Costa Oeste, basada en un concepto muy sencillo. La ofensiva premia la puntería del mariscal de campo con pases cortos y precisos. El éxito está en que el receptor esté en el lugar preciso en el momento correcto, llegando ahí con la pureza de sus rutas.
El tamaño del brazo del mariscal de campo poco importa, la puntería es el pan de todos los días y la rutas la mantequilla en el desayuno.
De Bill Johnson a Bill Walsh
Durante un juego ante los Oakland Raiders y como asistente de Cincinnati, Walsh envió una jugada a la ofensiva en la que el ala cerrada Bob Trumpy (tiene que ser fan de Donald, ¿cierto? Si no, se está perdiendo) salió del huddle y se colocó en el lado izquierdo de la línea ofensiva.
Trumpy, de acuerdo con el diseño original, debía estar en el lado derecho, es decir, por mera desconcentración se colocó en el lado equivocado. Cinco segundos después Bob notó su error, se levantó y se movió al lado al que originalmente pertenecía.
La jugada tuvo un efecto perverso.
Los linebackers de los Raiders empezaron a gritarse en confusión, mientras se movían de un lado al otro buscando la cobertura correcta, o al menos buscando no verse estúpidos en televisión nacional.
Fue una de esas escenas de guerra, cuando alrededor está pasando de todo y el cerebro no logra digerir nada. Solo hay caos, confusión y sobrereacción. Y vaya que los defensas de los Raiders sobrereaccionaron, porque la jugada acabó con tres defensivos chocando entre sí y los Bengals perdiendo yardas a pesar de todo. Una de esas dignas del No Top Ten de ESPN por los dos equipos.
Cuando Bob Trumpy regresó a las laterales tras su error y ejecución de blooper, le dijo al entrenador en jefe Paul Brown: “Lo siento coach, no volverá a pasar”.
Lo que Trumpy no sabía es que su error cambiaría la NFL para siempre.
En los años 60-70, la liga se alineaba a la ofensiva y ejecutaba lo que venía de las laterales. No habían motions, había muy poca lectura y menos cambiar una jugada en la línea ofensiva.
A mitad de semana el entrenador de la línea ofensiva de los Bengals, Bill Johnson, llegó con el video para que los entrenadores analizaran todo el juego. En la jugada de Trumpy, se detuvieron cinco minutos, dos de ellos fueron simplemente para burlarse del ala cerrada, con Bill Walsh incluido en las carcajadas.
Después de ver el video unas cinco veces, Johnson se detuvo con cara seria frente a todos y les dijo: “¿Qué pasa si en lugar de reírnos de Bob Trumpy lo usamos a nuestro favor?”
Bill Johnson le explicó a Walsh y a compañía que el movimiento de Bob no era ilegal. Al contrario, era perfectamente sano si se utilizaba de manera correcta. A su vez mostró en el video las reacciones de confusión de los defensas de los Raiders, hasta el punto de convencer a Walsh que tenía algo interesante aquí.
Bill Walsh, como asistente del entrenador llevó la idea a Paul Brown, a pesar de que Brown era un coach de vieja escuela. No le encantaban las cosas nuevas y tampoco era un enamorado de la ofensiva Costa Oeste, pero cedió.
Pronto los Bengals impusieron un nuevo concepto en ofensiva consecuencia de tropiezo mental de Bob Trumpy. Walsh no solo se llevaría ese concepto a San Francisco, sino que lo combinaría con la ofensiva Costa Oeste para ser literalmente imparables por una década.
Hoy el motion o jugadores en movimiento es el día a día de la NFL. Tom Brady no puede vivir sin ese concepto, y así otros grandes mariscales de campo de la liga. Todo por una mala lectura de Trumpy.
La suerte es algo difícil de explicar. Hay muchos quienes no creen en ella, simplemente porque no se puede controlar, pero existe. Se trata simplemente de ser disciplinado y detallista en la vida para estar en la posición correcta para aprovecharla.
Si el gran Bill Walsh admitió algo de suerte en su camino al olimpo, ¿quién soy yo para negarla?
Enero del 2014, Denver, estadio Mile High. Recién corrieron unos minutos tras la clasificación los Broncos al Super Bowl 48, perdido en el estadio -algo que me pasa a menudo- me encontré en un pasillo aislado frente a frente con una leyenda viviente de la liga. 'Buen juego', le dije sin pensar mucho, 'Gracias' respondió el 18 mientras extendió su mano para saludarme. Una gran anécdota, pero de inmediato entendí que la suerte estaba echada para los Broncos. Acabé con la suerte del gran Peyton Manning.